Jaime-Verruck

São Paulo.- La desigualdad social que persiste en América Latina se agrava con una crisis climática que golpea con toda su fuerza a las capas más pobres de la sociedad, según concluyeron expertos en un foro en São Paulo (Brasil).

La crisis climática ya es una realidad en la región, alertaron en el II Foro Latinoamericano de Economía Verde, que organizó la Agencia EFE y reunió los dos últimos días a organizaciones internacionales, autoridades regionales y especialistas medioambientales.

La sequía y los incendios se arrastran actualmente con virulencia en Brasil, Paraguay y Bolivia, entre otros países de la región.

El Pantanal: espejo de cómo afecta la crisis climática a las sociedades

El Pantanal, el mayor humedal del planeta, sufre este año la peor escasez de agua en 70 años, según señaló Jaime Verruck, secretario de Medioambiente del estado de Mato Grosso do Sul, estado que alberga parte del bioma.

Las zonas más desarrolladas tampoco se libran. El estado de São Paulo, el más industrializado de Brasil, registró 2.522 incendios solo en septiembre, la cifra más alta para el mes desde 1998. Parte de ellos fueron provocados.

Un problema de prioridades

En este contexto, las poblaciones más vulnerables son las primeras en sentir los efectos de estas catástrofes cada vez más dañinas y frecuentes.

“Al indígena en Brasil le afectan siete veces más los cambios climáticos”, advirtió Claudio Providas, representante del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Brasil.

Providas considera que hay que “avanzar” y “ver dónde están las prioridades”. En este sentido, denunció la cifra récord del gasto militar mundial del año pasado, que alcanzó los 2,4 billones de dólares, un monto infinitamente inferior en comparación con lo que se invierte en desarrollo.

No obstante, hay soluciones para mitigar y adaptar los efectos del cambio climático, aunque muchas de ellas son a nivel micro.

Las favelas se movilizan

En las favelas de Brasil, hogar de unos 20 millones de personas, se han movilizado para poner en marcha iniciativas que mitiguen los efectos del cambio climático en estas barriadas abandonadas por el Estado y construidas muchas veces en zonas de riesgo para desastres climáticos.

Uno de esos proyectos es ‘Agrofavela-Refazenda’, una huerta de 900 metros cuadrados, en medio de la favela de Paraisópolis, en São Paulo, que además forma “agricultoras urbanas” a través de un curso de formación para mujeres, muchas de ellas víctimas de violencia machista.

Los alimentos producidos de forma sostenible sirven también para otro proyecto, ‘Mãos de Maria’, que a su vez elabora marmitas para familias en situación de inseguridad alimentaria, según explicó Gilson Rodrigues, presidente de la organización G10 Favelas, una organización sin ánimo de lucro que reúne a líderes de las mayores favelas del país.

El reciclaje, una industria desaprovechada

Otro actor fundamental para el medioambiente son los recicladores y el manejo de residuos, una fuente económica que puede ser sostenible y no se aprovecha a plenitud en América Latina.

En Brasil, la gran mayoría de los recicladores trabaja en la informalidad, a pesar de que son responsables del 90 % de todos los residuos reciclados del país. De media, reciben 100 dólares por cada tonelada de material que recogen.

“Faltan incentivos, reglamentación y políticas públicas de inclusión de esos recicladores informales”, apuntó Nanci Darcolléte, directora ejecutiva de Pimp My Carroça, una ONG que dignifica el trabajo de los llamados ‘catadores’, muchas veces denigrados por la sociedad.

Por su parte, Carlos Henrique Rossin, director de ESG de la Asociación Brasileña de Residuos y Medioambiente, que reúne a las empresas del sector, apostó por incentivar el reciclaje cobrando una tarifa por basuras a los ciudadanos y eximiendo de impuestos a la actividad.

El foro estuvo patrocinado por ApexBrasil, la agencia brasileña de promoción de las exportaciones e inversiones, y la empresa Norte Energía, operadora de Belo Monte, la cuarta mayor central hidroeléctrica del mundo, y contó con el apoyo de Vivo y de la Cámara Española de Comercio en Brasil.