Islas Galápagos (Ecuador).- Científicos de la Fundación Charles Darwin (FCD) analizan el impacto del turismo de buceo en el archipiélago de las Islas Galápagos (Ecuador), declarado en 1978 como el primer patrimonio natural de la humanidad, y que está situado en el océano Pacífico, a unos mil kilómetros de las costas continentales ecuatorianas.
Esa actividad «es importante en Galápagos porque la reserva marina tiene atributos y una biodiversidad increíble, y por eso mucha gente viene a Galápagos para hacer buceo y esnórquel», dijo a EFE el científico español Nicolás Moity, ecólogo marino senior y experto geoespacial de la FCD.
Con una extensión de 143.000 kilómetros cuadrados, la Reserva Marina de Galápagos (RMG) es una de las quince más grandes del mundo y uno de los mejores destinos para realizar buceo submarino.
En el ecosistema de la RMG se han reportado unas 3.700 especies existentes, 25 % de las cuales son endémicas. Dentro de ese grupo hay 24 especies de mamíferos marinos como ballenas, delfines y lobos marinos, de las cuales dos son endémicos.
Pero en una zona de tan alta biodiversidad, la actividad humana puede tener diversos grados de afectación si no están bien reguladas. Por ello, los científicos estudian desde 2012 los impactos de los turistas buzos, como el golpeo de corales, tocar animales o interrumpir procesos al acercarse demasiado, enumeró.
Ciencia y turismo
Los expertos buscan levantar y analizar información con métodos estandarizados «usando la ciencia para determinar si el turismo de buceo tiene un impacto, o no», comparándolo con otros lugares, dijo.
Igualmente, se observa el comportamiento de quienes bucean y hacen esnórquel para determinar si sus acciones son adecuadas.
La investigación científica va siempre asociada al trabajo del Parque Nacional Galápagos (PNG), que gestiona las áreas protegidas, y recibe los datos resultantes a fin de profundizar, si es necesario, las medidas de manejo y la gestión.
Una fuente del PNG señaló a EFE que han implementado importantes medidas de manejo turístico para reducir los potenciales impactos del buceo sobre los ecosistemas marinos de la RMG, como un código de conducta, equivalente a las Reglas de Visita del Parque Nacional, que establece pautas claras para garantizar un comportamiento responsable de los visitantes y guías en el entorno marino.
Además, en busca de que el turismo de buceo sea sostenible y compatible con la conservación, el Protocolo de Monitoreo Marino permite medir y mitigar posibles alteraciones mediante indicadores clave como la alteración de los ecosistemas, el comportamiento de las especies y la dinámica de visita.
Buen manejo actualmente
Al sumergirse en sus aguas cristalinas, el turista se encuentra rodeado de una sinfonía de colores y formas de distintas especies, como tiburones, mantarrayas, peces o tortugas marinas deslizándose por el agua.
Hacer esnórquel en Galápagos es como adentrarse en un mundo marino donde el tiempo parece detenerse. La sensación de paz y asombro envuelve mientras se observa un cadencioso desfile de peces y otros animales que nadan cerca del humano.
Para Moity, el PNG maneja «muy bien» actualmente los asuntos del turismo, «pero el marino es un tema que no hay que olvidar y se suele centrar mucho más la atención en la parte terrestre», pero bajo el agua no siempre «se sabe muy bien lo que pasa».
Por ello, además del levantamiento y análisis científico de datos, el proyecto incluye talleres y estrategias de educación y buenas prácticas en conjunto con el PNG.
El científico ve «un antes y un después» en el comportamiento tras los talleres, pues «mejoró» la información que ofrecen los guías a los turistas, y por ende, el comportamiento de los visitantes.
Origen espontáneo
Los primeros datos, tomados hace unos diez años, revelaron que el comportamiento de los turistas buzos «era bastante malo», en parte debido a la dificultad que imprimen para el buceo las fuertes corrientes en Galápagos, pero también porque había «una necesidad de educación».
Ello, porque el turismo de buceo en Galápagos surgió de forma espontánea por demanda del sector turístico en los años 80 y no tan bien organizado como el turismo terrestre, explicó.
Las charlas explicativas antes de bucear se centraban mucho en lo técnico y no tanto en «el comportamiento especial» requerido para evitar impactos al medio y sobre las características ecológicas únicas de los lugares donde iban a bucear.
Aunque ya están en análisis datos de 2012-2013 y de 2017-2018, los científicos ven necesario una nueva recolección de datos en 2025 para, con esos resultados, avanzar en estrategias de trabajo entre el Parque Nacional, guías, agencias de buceo y esnórquel para, «de la mano, mejorar y fortalecer las buenas prácticas, avaladas y construidas colaborativamente por todos», subrayó.