Con todo el tumulto que rodea a los Juegos Olímpicos de verano de 2024 -problemas grandes y pequeños-, no es del todo sorprendente que los parisinos hayan amenazado con organizar una “protesta de excremento”.
Su ira se centra en un plan para que triatletas y nadadores de maratón compitan en el río Sena, contaminado por aguas residuales y basura desde hace siglos.
De nada sirvió que la alcaldesa Anne Hidalgo se ofreciera a darse un chapuzón en la emblemática vía fluvial. Surgió una página web con un emoji de excremento como mascota para coordinar a cientos, si no miles, de personas que defecarían en las orillas el día de su baño.
Aunque está por ver si la alcaldesa -y sus electores- cumplirán sus respectivas promesas, el comité organizador de París 2024 tiene muchos más asuntos que tratar. A menos de dos semanas de la ceremonia inaugural, la lista incluye aumentos presupuestarios y preocupantes cifras en las encuestas, una investigación gubernamental y agitación política tanto dentro como fuera del país.
Nada de esto significa que los Juegos estén condenados al fracaso. París ofrecerá un impresionante telón de fondo, con voley playa a los pies de la Torre Eiffel y pruebas ecuestres en Versalles. Serán los primeros Juegos después de la pandemia, y prometen una gran afluencia de público y animación en las calles.
Pero la reciente agitación subraya la complejidad de acoger a miles y miles de atletas y aficionados de todo el mundo. El presidente francés, Emmanuel Macron, reconoció a la agencia de noticias AFP que los Juegos Olímpicos, independientemente de dónde se celebren, están destinados a crear «inconvenientes.»
La historia demuestra que algunas ciudades han sorteado con éxito los obstáculos. Los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, por ejemplo, ofrecieron una competencia conmovedora y terminaron con cientos de millones de ingresos excedentes. Otros anfitriones no han sido tan afortunados.
Montreal y Atenas acumularon enormes deudas. Río de Janeiro gastó miles de millones en nuevos recintos que quedaron prácticamente inutilizados. Los Juegos de Munich de 1972 se vieron empañados por la infiltración de terroristas palestinos en la villa de los atletas, un atentado que causó la muerte de 11 miembros del equipo israelí.
Más recientemente, Tokio y Pekín lucharon por generar ingresos en medio de las restricciones impuestas por la COVID-19.
París cree que su apuesta valdrá la pena. “Va a hacer un bien a nuestro país”, dijo Hidalgo cuando su ciudad fue nombrada sede en 2017.